Efectivamente F. Schiller entiende la estética como la
contemplación y sistematización de la belleza artística y para Santo Tomás es todo
aquello que agrada a los sentidos y produce efectos positivos en quien lo
recibe.
J.L. Borges, dando un paso más en la concreción de esta idea
nos dice que “El escritor es esencialmente un hacedor” cuyo objetivo no es
especular sobre el ser humano (ética), sino y esencialmente crear una obra de arte cuya
estética le haga crecer humanamente.
Deduzco que, en mayor o menor medida, todos ellos inciden en
la idea de señalar que lo estético no se agota en lo sensorial, ni siquiera en
lo intelectual sino que trasciende ambos aspectos del hombre y de la mujer; por
ello, una vivencia estética gozada en plenitud, es capaz de influir
emocionalmente en el ser humano dotándole de un atisbo de eternidad.
Y si aún dudamos de si es la ética o por el contrario es la
estética la que debe prevalecer, José Marti y Manuel Gutiérrez Nájera, iniciadores
del modernismo nos dan su visión con “Una nueva estética” donde la ética (entendida
por ellos como el bien) debe someterse a la estética (la belleza exenta de su
carácter mercantilista), porque del culto a la belleza se llega a la virtud y,
por tanto, a la perfección del ser humano. Es más, los propios autores
modernistas se sienten depositarios de la belleza como bien común, y adquieren la
ineludible responsabilidad social de dispensar, a través de su obra, ese don supremo que contribuye a la
edificación moral de la persona.
Pero como toda regla tiene su excepción, José Marti hace una
salvedad en este principio, al afirmar que “cuando no se disfruta de libertad,
la única excusa del arte y su único derecho para existir es ponerse al servicio
de ella”, por lo tanto volvemos a la duda primigenia que nos trajo a esta
partida.
Una partida que, como bien dice nuestra querida amiga de
Voces y bits M.F.R. a la que deseo D.E.P., cada cual habrá de jugar con los elementos que le impone su
propia existencia, su conciencia social y su capacidad de análisis y proyección
social de dicha vivencia.
Por lo tanto la inclinación del fiel de la balanza hacia una
ética o estética literaria en las diferentes etapas creativas, estará marcada
por los avatares de la propia vida y la conciencia social que se tenga de ella.
El mayor o menor logro de ese equilibrio ético/ estético en la obra literaria
lo dirá la historia, con su permanencia en la memoria colectiva de la humanidad
o su efímero paso y posterior olvido.
ANA CONSTÁN