BALADA TRISTE EN LA CIUDAD OLVIDADA

 



Ante el lienzo NIGHTHAWKS

de Edward Hopper

 

La ciudad olvidada tiene un rostro distinto cada día.

Un rostro de diluvio que llora frente a Wall Street,

o de caimán de cal y cieno que aúlla las noches de New York

o de ese negro y exprimido asfalto que mancha de sudor

las desgastadas calles de Harlem.

 

La ciudad olvidada sacia su voraz apetito

con el sueño febril de insectos

que se agolpan pesadamente en sus calles,

o con cansancio de puertas y ventanas

cegadas por el falso destello

de enormes bolsas de huracanes de frío

o con el mudo y marchitado recuerdo

de un techo de cristal donde mirarse,

donde enterrar los mil novecientos cuarenta y dos

ataúdes de cieno y amarillenta pez

que esconde en sus entrañas.

 

La ciudad olvidada es una gran pecera que ciega con su luz.

Los desterrados cocodrilos que la habitan

reptan en su interior con  extremado sigilo

bajo su macilenta piel de musgo putrefacto.

Sacerdotes borrachos de gloria bendicen cada encuentro

con el sudor de enormes incensarios de silencio.

Buscan el beneplácito de sus dientes

 y el vuelo inalcanzable de pájaros y bueyes arrastrados por la luna.

 

Semáforos en ámbar visten de hiel

los olvidados bulevares de Broadway;

marcan el paso monocorde de un latido carmesí

que dibuja el asfalto en sus ojeras.

Un latido que busca refugio

entre cascadas de alcohol y arena,

entre el silencio cruel de los desterrados cocodrilos

que habitan la pecera de luz que los acoge.

 

Un lívido latido carmesí, con arcos de sirena en el pelo

y estrellas de hojalata en el filo de su escote,

que busca su lugar entre enjambres de manzanas podridas,

que busca su lugar en el aplauso infiel de un escenario,

que busca y busca sin saber qué, entre serpientes trajeadas

que han mudado su rostro de cocodrilo

bajo la sombra gris de su sombrero.

 

Pero el latido carmesí aún no sabe… no sabe

que su eterna orfandad no ha terminado,

que las ortigas crecen con sus hojas punzantes invadiéndolo todo,

que los borrachos de caricias

abren desfiladeros de misterio  

sobre la enorme barra del bar de la pecera.

Porque lo que aún no sabe nadie.  

Lo que la luz, con su fugaz ceguera, ha querido ocultarnos,

es que los desterrados cocodrilos han muerto.

 

!Sí, su mirada opaca los delata!

Lo explica todo.

¡Ay, su mirada!

¡Ay, su mirada estremecida por el viento!

¡Ay su mirada vacua de vidrio y metal

colgada en la febril conciencia del que os habla.

 

Vacas marinas certifican la crudeza del óbito.

No hay esperanza. No la hay. Fue un disparo certero

que fracturó las duras escamas de su cuerpo.

Un disparo certero que acabó con destierros ancestrales

y cubrió de ceniza y frío su agonía.

¡Un disparo certero que nadie vio!

¿O tal vez sí y… calla?

 

Millones de miradas cubren con su vaho

el brillo ensangrentado del cristal de la pecera.

El camarero, pozo de agua fétida tras la barra,

finge sorpresa

y el miedo es una sierpe de mudez

en la profundidad de su garganta.

Estira levemente su cuello de avestruz y

… no dice nada.

Gira su temeroso rosto para encontrar consuelo y

… no dice nada.

Frota desesperadamente el cristal del último vaso y

… no dice nada.

Siente en su piel el gélido aliento de miradas torvas que se acercan y

… no dice nada.

¿Por qué? ¿existe una razón para el silencio?

tal vez…

¿por miedo a que su piel se vuelva negra?

¿por miedo al inquietante mugido de las vacas?

¿por miedo a que su pecho desborde de ternura?

¡por miedo, sí!

por miedo.

 

Busca entonces un hueco por donde huir,

una leve rendija que abrace su figura,

la piedad de un mendigo y su compaña.

Mas, no hay nada,

no hay nada y …

corre,

corre frenéticamente

atravesando barras y cristales,

atravesando escamas y mugidos de vaca,

atravesando el último latido carmesí 

que queda para siempre sepultado

en la enorme pecera de luz,

junto a los desterrados cocodrilos  

ocultos bajo el ala gris de su sombrero.

 

 

Una balada triste derrama su cadencia

por las desiertas avenidas de la ciudad olvidada.

Sacerdotes borrachos de consuelo bendicen sin pudor

las fracturadas pieles de los desterrados cocodrilos.

Sobre los olvidados arrabales de la noche

una insistente lluvia de lágrimas de fuego

despierta el último gemido de la luna.

 

 





ÉTICA Y ESTÉTICA EN LA LITERATURA (III) para Voces y bits. OBRADOR DE TEXTOS







Efectivamente hemos analizado y avanzado en las diferentes concepciones y funciones que debía tener la ética y la estética en el arte y en su manifestación vital y social; desde Schiller, en su pretensión de avanzar hacia lo “absoluto” a través de la estética como método de humanización y sensibilización para la consecución de la verdadera libertad; al triunfo de las vanguardias, con sus nuevas utopías antisistema, en las que la estética está supeditada a la transformación de una sociedad que busca crear un hombre nuevo;  hasta la actual “estetización del arte” de Lipovetsky y Serroy, donde la literatura ya no busca transformar al ser humano, ni educarlo en la libertad ni la verdad, sino en la lógica del entretenimiento y el consumo. Una deprimente manera de pasar el tiempo que no trasciende lo cotidiano, que aspira a una sociedad donde, como muy acertadamente nos argumenta Santiago en su escrito, para Voces y bits,  “la utilidad parece haber devorado la belleza” y donde los valores humanistas se ven eclipsados por un capitalismo artístico, que busca ante todo cultivar el hedonismo de una nueva sociedad y un nuevo individuo de cuño estético-emocional.

El objeto artístico está rebasado por las emociones y ha sido despojado de toda originalidad, pues (y aquí vuelve a dar en el clavo nuestro compañero Santiago Martín)  “ahora existen infinidad de dioses y exuberancia de morales al servicio del consumidor” que le ofrecen sin más, ese “caxupo amarillo de frío plástico” que busca suplantar al original y que, con demasiada frecuencia, consigue saquear todo su sentido y valor, provocando el vacío, la desilusión y el hartazgo.

Ante esta uniformidad, ante esta osadía de poner precio a todo, solo nos queda la propuesta de El viejo boxeador, de los cantautores Narwán, Kevin Johansen (que tan amablemente nos regaló Francisco Ayudarte al inicio de este debate, para entrar en harina y centrar el tema) que no es otra que sentirnos campeones al levantarnos tras cada una de las caídas, pues aún es posible producir una literatura capaz de conservar su poder subversivo, una literatura que despierte la capacidad de responder críticamente a la realidad, rompiendo lo cotidiano y rescatando la ficción, para ofertar nuevos significados capaces de crear disenso.

¿Cuál es el camino? ¿Habría que romper la estetización social actual volviendo, por ejemplo, al teatro de la crueldad de Artaud o a la narrativa de Montero Glez en “Manteca colorá”, como acertadamente nos invita Macarmen (donde ética y estética son una sola a la hora de mostrarnos, de forma descarnada, cómo la violencia y la tortura son el reflejo de una sociedad cimentada en el odio) o tal vez lo más adecuado sería seguir las pautas del teatro épico de Brecht o la fluida narrativa de G. Torrente Ballester en “ Filomeno, a mi pesar” mostrando un distanciamiento crítico que no influya emocionalmente en el lector/espectador?.

Sea como fuere, la obra literaria, y el arte en general, tiene la apremiante necesidad de gestar ese espacio literario donde ética y estética posibiliten que el lector observe, seleccione, compare, interprete y decida qué hacer con lo que tiene ante sus ojos y de qué forma aplicarlo a su vida; un espacio literario que sea capaz de sacar al lector de su pasividad.

Con estas propuestas, o con las que en cada momento hubiere, el gran fracaso está en no lograr ese equilibrio etico-estetico que hace de un simple texto una obra literaria, capaz de remover en su asiento al lector/espectador sacándolo de su indiferencia.  






 

ÉTICA Y ESTÉTICA EN LA LITERATURA (II) para Voces y bits OBRADOR DE TEXTOS




Efectivamente F. Schiller entiende la estética como la contemplación y sistematización de la belleza artística y para Santo Tomás es todo aquello que agrada a los sentidos y produce efectos positivos en quien lo recibe.  

J.L. Borges, dando un paso más en la concreción de esta idea nos dice que “El escritor es esencialmente un hacedor” cuyo objetivo no es especular sobre el ser humano (ética), sino y  esencialmente crear una obra de arte cuya estética le haga crecer humanamente.

Deduzco que, en mayor o menor medida, todos ellos inciden en la idea de señalar que lo estético no se agota en lo sensorial, ni siquiera en lo intelectual sino que trasciende ambos aspectos del hombre y de la mujer; por ello, una vivencia estética gozada en plenitud, es capaz de influir emocionalmente en el ser humano dotándole de un atisbo de eternidad.

Y si aún dudamos de si es la ética o por el contrario es la estética la que debe prevalecer, José Marti y Manuel Gutiérrez Nájera, iniciadores del modernismo nos dan su visión con “Una nueva estética” donde la ética (entendida por ellos como el bien) debe someterse a la estética (la belleza exenta de su carácter mercantilista), porque del culto a la belleza se llega a la virtud y, por tanto, a la perfección del ser humano. Es más, los propios autores modernistas se sienten depositarios de la belleza como bien común, y adquieren la ineludible responsabilidad social de dispensar, a través de su obra,  ese don supremo que contribuye a la edificación moral de la persona.

Pero como toda regla tiene su excepción, José Marti hace una salvedad en este principio, al afirmar que “cuando no se disfruta de libertad, la única excusa del arte y su único derecho para existir es ponerse al servicio de ella”, por lo tanto volvemos a la duda primigenia que nos trajo a esta partida.

Una partida que, como bien dice nuestra querida amiga de Voces y bits M.F.R. a la que deseo D.E.P., cada cual habrá de  jugar con los elementos que le impone su propia existencia, su conciencia social y su capacidad de análisis y proyección social de dicha vivencia.

Por lo tanto la inclinación del fiel de la balanza hacia una ética o estética literaria en las diferentes etapas creativas, estará marcada por los avatares de la propia vida y la conciencia social que se tenga de ella. El mayor o menor logro de ese equilibrio ético/ estético en la obra literaria lo dirá la historia, con su permanencia en la memoria colectiva de la humanidad o su efímero paso y posterior olvido.

ANA CONSTÁN        

ÉTICA Y ESTÉTICA EN LA LITERATURA (I) para Voces y bits. OBRADOR DE TEXTOS

¿Son compatibles y necesarios ambos conceptos en literatura?

La ética nos hace deudores de un recto comportamiento en aras de la dignidad humana y la estética, concebida como algo más que la belleza, nos invita a una vida de equilibrio y armonía en consonancia con el pleno desarrollo de nuestros sentidos, en esa búsqueda constante de felicidad.

Hemos de partir del hecho de que todo arte está vinculado a una materia y en el caso del escritor, el material del que se sirve, el material que manipula y con el que trabaja es el lingüístico. Un elemento de partida fundamental y al que no podemos obviar, al ser  uno de los materiales menos neutrales y más maleables que existen, incluso antes de convertirse en texto o en obra literaria.

Esta situación de “peligrosidad” del lenguaje ¿haría necesaria la existencia de una ética y estética específica para la literatura? ¿una “especie” de censura? tengamos en cuenta que el escritor es modelo o creador de modelos para un público necesitado de ellos. O por el contrario, ¿el escritor debería gozar de ciertos “privilegios” éticos y estéticos que le eximan de cualquier responsabilidad social y le permitan desarrollar la capacidad creativa necesaria para alcanzar la plenitud de su obra literaria? Tengamos en cuenta la incuestionable contribución de la literatura en la construcción del ser humano en todos los ámbitos.


Decía F. Dostoievsky en "Los hermanos Karamazov" que la belleza es el campo de batalla donde Dios y el Diablo se disputan el corazón del hombre.

Ana Constán

POR QUÉ ESCRIBO para Voces y bits-Obrador de textos

 

¿Por qué escribo? No sé,

quizá por timidez o por eso que algunos llaman, no dar la cara.

Porque escribiendo salgo del letargo civilizado que domina mi vida

 y, en cada trazo, logro construir mi historia con la piel y el latido de otra.

 

Porque escribir, es asumir la locura de una idea

hasta darle a la caza alcance, dejándose mecer entre sus vuelos.

Es dar un salto al vacío, un riesgo, una aventura,

es quedar atrapada en el lodo que te abraza y te engulle y te hace suya.

Es cubrir con la luz de la mirada la inesperada historia

de aquel que sólo es dueño de su sombra,

de aquel que sólo es dueño de naufragios.

 

A veces escribir nos diluye y nos vuelve cómplices,

y nos lleva a mentir, mentir sin consuelo

o a sabiendas;

a veces escribir                                     

es ser encrucijada de palabras quietas

que no llevan a ningún sitio,

que no llevan a ningún pecado,

que no llevan

porque no dicen nada.

 

A veces escribir

es ser el eco más profundo del abismo,

niebla entre dedos que acarician el destino

aliento entre miradas que se buscan,

entre miradas que se evitan

porque quieren dejar de mirar y no pueden.

 

Escribir es sobrevivir al olvido,

es despegar los labios de la infamia

cuando el amanecer es un milagro.

Escribir es ser dueño de otras vidas,

es cruzar la frontera de lo tuyo y de lo mío

sintiéndose vencida en el cansancio.

Escribir es nacer en el encuentro

o renacer, si lleva de la mano el reencuentro.

A veces escribir nos da la vida

y nos coloca frente a nuevos territorios

aún por habitar.

 

Porque al escribir dudo

y en esa duda se abre paso la certeza

de que es necesario escribir para ser,

para ahuyentar el miedo,

para excavar en la conciencia,

para dejar de ser animal en noria,

para sentirse sola frente al viento y las mareas,

frente al silencio,

frente a la nada,

frente a ti,

de frente.

Ana Constán

GENERACIÓN 2000: Nueva poesía

Es una nueva generación de poetas sobre la que reflexionan autores como Domingo Sánchez Mesa en "Cambio de siglo" Rafael Morales en "Poetas y poéticas para la España del siglo XXI" Martín Rodríguez Gaona en "Mejorando lo presente  o  Luis Antonio de Villena en su antología "La inteligencia y el hacha"  donde reúnen a autores que por edad van desde Juan A. González Iglesias (Salamanca 1964) a David Leo García (Málaga 1988)




Un abanico de poetas y estilos que si es cierto que rompen con la poesía de la experiencia de la Generación de los 80, no renuncian al realismo, analizándolo con diferente mirada, no en vano es una generación nacida en democracia.




Por su edad es una Generación que busca experimentar otras formas y explorar nuevos caminos en búsqueda constante de una identidad. 



Una búsqueda de identidad que puede desembocar en una confluencia de estilos o en una diversificación de estos de la que puede que sólo les quede como seña común, el hecho de haber compartido una etapa histórica o un simple período de tiempo a la hora de establecer sus límites.  


Una generación urbana, que domina el lenguaje, el estilo directo y claro, con gran firmeza conceptual, que incorpora a su trabajo la ciencia, la filosofía, el arte en general y cuya curiosidad le lleva a experimentar.



Una generación nacida con Internet, que se mueve en redes sociales tanto como en revistas literarias, que no renuncia a nada y todo lo desacraliza, donde los autores clásicos y los mass - media conviven sin complejos en sus obras. 



Una generación que hoy por hoy carece de esa publicación de referencia como lo fue en los años sesenta  para los novísimos "Arde el mar" de Pere Gimferrer o ya en los años ochenta para los poetas de la experiencia "Habitaciones separadas" de Luis García Montero. 


GENERACIÓN 2000








El más veterano de esta generación define su línea poética enmarcada entre lo clásico y la renovación. A su idea de armonía con el mundo une, mediante un magnífico sentido del ritmo, la exaltación de la belleza y el culto al cuerpo, sin que eso le impida que sus poemas hablen del mundo contemporáneo con esa libertad léxica que proporciona un lenguaje actual sereno y acertado.


Acepto que belleza es la fulguración...


Acepto que belleza es la fulguración
natural de las cosas naturales.
Me digo que tus dientes mostrados en sonrisa
son eso. Que tus ojos me dan tanta dulzura
porque cumplen remotas instrucciones gen éticas.
Que tu cuerpo de hombre con mi cuerpo de hombre
construyen un lugar necesario en el mundo.
Que nada extraordinario hay en dos que se aman.
Pero, cuando te abrazo una noche tras otra
y me encuentro tu pulso a oscuras en cualquiera
de los puntos que laten en tu cuerpo dormido,
cruza por mi cerebro la palabra milagro.








RAQUEL LANSEROS 

Con un estilo directo y claro nos muestra una gran firmeza intelectual y una pregunta constante sobre la esencia de las cosas. Cree en el ser humano y en la importante misión a la que está llamado el/la poeta a través de la palabra y en el encuentro y regocijo del ser humano a través de ella. 

CONTIGO
Porque no vive el alma entre las cosas
sino en la acción audaz de descifrarlas,
yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos.
Mil veces he deseado averiguar quién soy.


2059

He imaginado siempre el día de mi muerte.
Incluso en la niñez, cuando no existe.
Soñaba un fin heroico de planetas en línea.
Cambiar por Rick mi puesto, quedarme en Casablanca
sumergirme en un lago junto a mi amante enfermo
caer como miliciana en una guerra
cuyo idioma no hablo.
Siempre quise una muerte a la altura de la vida.


INVOCACIÓN

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.





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ELENA MEDEL


Una voz fundamental entre nuestros poetas actuales. Algunos de sus poemas más celebrados, siempre de creación pausada, están dedicados al desencanto que llega con la edad y con las circunstancias sociales y laborales que conocen los de su generación.

Aquello en lo que te fijas cuando salimos por las noches

Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
          vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
          en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
          Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.

Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
          sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
          suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.

Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
          por dentro de tanta soledad.





ISABEL PÉREZ MONTALVÁN



Mi poética, pensé, es esto: estar alerta, aprender a leer el presente y el futuro en la actualidad inmediata y no sólo en el pasado. No sólo la memoria, sino el presente; no sólo la lírica, sino la política, la economía y la sociedad; no sólo el lenguaje de la poesía, sino todo lenguaje que la poesía suele desdeñar; no sólo la cultura elitista, tanta veces ensimismada, sino TODO lo que ocurre puede ser poesía.

Los genes australes (fragmento)

El sur también existe, que dice Benedetti.
No sé si existo, pero si existo soy el sur.
Pienso, luego sur.
Estoy al sur de todo,
a la izquierda del norte judicial y becario,
de la caridad solidaria,
de la nieve que viaja en limusina,
del imperio nipón-germánico,
a la izquierda del verde cantábrico y bursátil.
Y sin botines.

No es verdad que están llenos los hoteles.
Al auténtico sur no llega nadie
ni se viene de vacaciones.
El sur no se visita.
El sur se lleva dentro como un órgano
y no tiene fronteras ni aeropuertos,
pues se expande como un big bang

y es un incendio inextinguible.



Cuatro poemas de Bárbara Butragueño (España, 1985)
BÁRBARA BUTRAGUEÑO

Se puede intuir en sus poemas una intensa noción de justicia que la lleva a combinar a lo largo de su obra, claridad y belleza. Busca ser entendida sin caer en un lenguaje demasiado directo.


Debe usted saberlo
yo nací lejos del umbral
desconozco así su gesto
el canto sereno
con el que otros hablan
las grandes palabras
que a una se le ahuecan
como pájaros mojados
en la boca
durante años he visto hombres
que manejaban con premura el diccionario
y conocían el sentido exacto
de la palabra culpa
y les bastaba
pero a mí que el vocablo se me enquista
y me cava el pecho como un descendimiento
todo me resulta un vagar empedernido
por el líquido articular del dígase amor propio
dígase egoísmo

dígase umbral eterno entre las cosas.


MARTÍN LÓPEZ - VEGA

Su poesía posee un neto carácter narrativo en el que prevalece el deseo de contar por encima de la forma, siempre al servicio del contenido. Esta factura, que puede parecer desaliñada, es fruto, de la necesidad imperiosa de contarlo todo, de no dejarse nada en el tintero, de ofrecer todas las pistas posibles para que no solo el lector, sino el propio poeta, recreen la experiencia vivida en toda su magnitud, sin dejar apenas resquicio alguno a las hipótesis.

La poesía, escribe «es un lugar por encima de los lugares y un tiempo más allá del tiempo», quizá sea esa la razón de que sigamos considerándola alimento imprescindible en nuestra dieta vital. 

EL INVIERNO EN LLANES

Mi abuelo me había hablado de estas cosas: el invierno
no es la nieve, tan extraña en los pueblos de la costa;
el invierno no es sentir como la lluvia
te cala los huesos, es sentirla
penetrar por las mil cicatrices del alma,
muy despacio, inevitablemente. Es sentir
el frío no en las piernas al volver a casa,
sino en las yemas de los dedos
por cada tacto no recordado. En realidad
mi abuelo nunca me dijo estas cosas; o al menos
no me las dijo claramente, me las dejó leer
en el cansancio de sus ojos, o tal vez
las leí a escondidas mientras él las releía
escritas con letra indeleble, punzante, con letras de sal
en la carne viva de su propio corazón. Aquel dolor

me resultaba entonces incomprensible, de tan antiguo.


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LUIS MUÑOZ
  

Capaz de conjuntar el yo y el nosotros a la perfección en sus versos, tiene una fe visionaria en la vitalidad de lo cotidiano. Poeta sutil y escrupuloso, uno de los más brillantes de su generación, que explora como un orfebre la verdad que se esconde más allá del lenguaje vociferado.

"He querido atrapar los poemas en un silencio constructivo", afirma Luis Muñoz "He buscado en las cosas que no se pueden nombrar, consciente de que el poeta también debe saber callarse a tiempo y que la luz aparece muchas veces con el poema terminado".


"La voluntad instala luces 
urgentemente donde no había, 
da una oportunidad y aire 
al momento, 
un suelo adecuado a los propósitos 
y desatado, afín,

como de ala". 



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ANA GORRÍA

Salir de la normalidad, de la seguridad de la rutina, nos asusta. Pero, precisamente, cuando abandonamos la inercia de lo cotidiano comenzamos a crecer. Su poesía nos proporciona pistas para poner en duda esos límites. Sus poemas son estímulos, puntos de partida para abordar de manera activa e interrogadora la realidad y cómo nos construimos como individuos. Responden a un trabajo de búsqueda que hace partícipe al lector, que lo espolea mediante un cuestionamiento de lo que se dice, de cómo se dice y hasta de las propias posibilidades del lenguaje. Sus piezas suponen una constatación de la precariedad existencial, de la falta de certezas, de la fragilidad de nuestras herramientas y de la inseguridad y la vulnerabilidad que nos conforman. Poesía que nos abisma, poesía que nos empuja a respirar con intensidad.


María Magdalena y el barro
--
Casi sucia la nieve, va
ungiendo de alquitrán
el regazo del sueño.
-
Le da forma la voz,
que arrastra los escombros,
lenta y torpe,
-
como el cauce que arrastra su inquietud
-
apenas cristalino,
apenas escondido,
-
la polución, la ruina
en el regazo 
iluminado apenas.


 Ariadna olvida el mar

El rostro reclinó. Desde la orilla
todo era paz. Olor. Inmensidades.
Verdades concedidas al espacio,
suavemente oscilando entre las ramas.
Aspiró el aire frío que se abría
como un sol de papel en los pulmones.
Saber del mar su luz, su pasadizo.

Atrás dejar la sal. Volver a casa.


pardo
Carlos Pardo


Me interesa todo eso que se suele englobar en lo autobiográfico. Es decir, cómo opera lo social en la manera en que nos pensamos a nosotros mismos, cómo nos creamos una identidad. Cómo damos sentido a una experiencia. Cómo viven las personas normales, mediocres, comunes. Intento escribir sobre esos temas sin demasiada pedantería ni narcisismo: de cuántas mentiras estamos hechos. Eso abarca al individuo y al país. También me interesa la vejez y el paso del tiempo. Mis padres, mi mujer, mis amigos. O sea los temas de la literatura de siempre, no soy original.

BASURA

El mar es familiar en el sentido
de una sopa de genes,
y delante del mar hay un estercolero
y un rebaño de ovejas
husmea pobres restos de comida.

De pronto dudas de la seducción
repetitiva de las escombreras,
de los residuos líquidos
y orgánicos del cementerio.
Con qué invisible y duradero encanto

pudren el aire de los vivos

BALADA TRISTE EN LA CIUDAD OLVIDADA