ALAMBRADAS es un poemario que busca inquietar nuestras conciencias, denunciando los innumerables obstáculos físicos que limitan la libertad y la búsqueda de la felicidad humana.
Fronteras, muros, alambradas que crecen a nuestro alrededor y nos hacen ver en el otro al diferente, al extraño, al enemigo.
Obstáculos físicos que se sustentan en otros más sutiles y cotidianos que germinan en nuestro quehacer diario y nos adormecen, dando como fruto la soledad y el abandono, la insolidaridad y la desigualdad social.
Os presento a continuación algunas imágenes del acto celebrado en CajaGranada el jueves 30 de marzo de 2017 y aquellas otras que ilustran la obra en el interior de la publicación. Imágenes que lo dicen todo por la fuerza que trasmiten.
Su autora, Mar Aragón, nos da con ellas una pequeña pero importante muestra de su buen hacer y de su gran sensibilidad.
EXISTEN MIL MANERAS DE MORIR
Existen mil maneras de morir,
de cortar con el filo de las horas
la pertinaz espera del asalto,
la frágil línea de silencio gris
que oculta bisbiseos en las miradas.
En intervalos, crecen por doquier
trémulas sombras, brazos palpitantes
que aúllan como voz en el desierto.
Ojos y pies, memoria encadenada
al sudor de una noche adormecida.
Miles de causas en espera fiel
maceran el asalto, lo sazonan
con ritmos alocados en el pecho,
con famélicos vientres revestidos
de millares de lunas en tiniebla.
Gladiadores del vértigo que tiemblan
entre alambradas y gargantas huecas,
que gritan al abrigo de otras bocas
e invaden horizontes de metal
donde sembrar su piel y su desgarro.
Abrazados al ritmo de ese sueño
como árboles de pájaros sin vuelo;
trenzad en la memoria del silencio
el azote del viento entre las ramas;
descubrid con el filo de las horas
que existen mil maneras de morir
y un único temblor frente al asalto.

EL CALLADO OLOR DE LA POBREZA

Cuando el callado olor de la pobreza
viste de luto y grana las aceras
¿Quién te dijo alma mía que durmieras?
¿Quién te hizo cometer tanta torpeza?
Lloran las avenidas tu flaqueza,
pues, tras mucho rogarte que latieras,
que alambraras tu fuerza y resistieras,
dejaste en entredicho tu grandeza.
Cuántas veces los pasos temblorosos
de una sombra maltrecha y abatida,
sonaron en tu oído sospechosos.
O cuántas, sin dudar y convencida,
te dabas media vuelta con desgana
diciéndote a ti misma: ¡ya mañana!
En busca de otros mundos que no existen.
En busca de otros cálidos alientos
que cubran con su vaho
el frío amanecer incierto,
rompes la estéril carne
en la última alambrada.
Una brecha infinita nos separa,
un latido inconexo nos distancia,
un no mirar de frente, cara a cara,
el vendaval de sueños
que inquieta tu mirada.
¡Detén tu paso! Sueña.
Sueña, sí, sólo sueña:
con ecos apagados de tu sombra,
con hilos de un deseo desarmado.
Cubres la faz de tu figura
con horizonte de ojos en tiniebla.
Ojos sumidos en la espera
de un Canto General que dignifique,
ese quebrado resplandor
que rompe con su huida el horizonte.
Una fugaz silueta lo delata,
una brisa callada le da alivio,
una afilada lengua de acero
lo convierte en salado manantial
de un rojo estremecido y lacerado.
Soplan vientos del sur,
la tarde se colapsa,
muy pronto será noche desatada
en la
última alambrada. UN HOMBRE MIRA
Desde la más lejana incertidumbre
de aquel paisaje humano, desolado
y cubierto de noche adormecida,
un hombre mira.
Un llanto imperceptible se derrama
por cada poro de su piel errante,
se vierte como cáliz de silencio
sobre la inmensidad de una cuadrícula
que crece silenciosa frente a él.
Confusa red, maraña que resurge
empujada por párpados de viento,
como sombrío faro de horizonte
que todo lo vigila en la distancia.
La tarde se construye en el hangar
desierto y desolado de su espalda;
sobre el lunar paisaje de sus manos,
donde uno a uno vienen a morir
los alambrados rostros de una infancia
con olor a silencio de sudario.
Un hombre mira,
quién sabe dónde y qué.
¿Mirará cómo crece
ese semblante azul de su destierro?
¿Mirará el desconsuelo de las olas,
su eterna marcha y su bramido?
¿Despejarán sus ojos hibernados
la incógnita de su última oración?
Hay tantas formas de mirar,
tantos días vestidos de inquietud
y de desierto atardecer perdido,
tanta lluvia incisiva que acallar
en la mirada yerma de la espera.
Desde la más lejana incertidumbre
de aquel paisaje humano,
un hombre mira.
Es vano intento, hacerle desistir
de su mirar cuadriculado y ciego,
que crece sin medida y desconsuelo
detrás de la alambrada.
Yo, que grité tu nombre
en los albores de la vida,
que recibí como del rayo
la luz callada, estremecida,
de aquellos que transitan en el llanto.
Yo, que cubrí mi frágil cuerpo
con la letra insumisa
que nombra tu presencia;
que apacigüé mi frío
entre soflamas y alegatos
de tantos como llaman a tu puerta.
Yo, que vestí de púrpura mis manos
en tus largas y frías ausencias
y calcé huellas de perfil extraño
para aliviar cansancios y temores;
que perfilé las líneas de tu rostro
en el rostro olvidado del que sufre;
que maldije a mi Dios cuando te fuiste
y cuestioné sus llagas y mi entrega.
Vuelvo a tu encuentro con la prisa eterna
del que ha dejado algo por hacer
en las calles desiertas de tu nombre.
Vuelvo a tu letra con la piel desnuda,
con el gesto feliz del principiante
que un día creyó ser, entre sus desvaríos,
mendigo fiel de tus demandas.
Vuelvo a ti, con el peso de los años,
cubierta de alambradas y rigores,
por la senda y la luz estremecida
de aquellos que transitan en el llanto,
de aquellos que aún te nombran
desde la fría mirada del destierro.
Vosotros,
los que iniciasteis el camino
de la eterna partida,
los que tomasteis como propio
ese anhelado caminar en sombra,
hacia tierra sin dueño y promisión
por siempre perseguida.
Vosotros,
los que pusisteis voz a la palabra
allí donde el silencio os amordaza
el éxodo imparable de los pasos;
los que fuisteis fugaz estela
entre guardianes de metal
y mordaz alambrada con espino.
Vosotros,
que agonizasteis entre rostros
color ceniza
y renacisteis del desierto
como viento repleto de plegarias
y desvestisteis de papel y celo
vuestra firme sonrisa.
Vosotros.
Abrazad sin pudor mis tiernas manos,
elegid de ellas su mejor caricia.
Robadme los alientos necesarios
para insuflar de mieles vuestro paso.
Bailad al son que danza mi latido
como eco interminable de sonrisas.
Sed garganta que rompa con su grito
el cerco inexorable de mandíbulas
que crecen imparables por doquier.
Fundíos con el gozo de esas armas;
mezclaos en vino tibio, sed su aroma;
quitaos con fuerza el polvo de los pies
y daos
al viento en tierra prometida.

Y aquí, una vez terminado el acto, las autoras de las ilustraciones y del texto.
Ana Constán
Desde aquí quiero daros las gracias a todos; a los que compartisteis ese momento conmigo y a los que por alguna razón no pudisteis estar presentes.
A todos un abrazo y termino con un fragmento de uno de los poemas, dedicado a los otros..." los que nunca fueron"
"Gladiadores del vértigo que tiemblan
entre alambradas y gargantas huecas,
que gritan al abrigo de otras bocas
e invaden horizontes de metal
donde sembrar su piel y su desgarro."
de "Existen mil maneras de morir"
No hay comentarios:
Publicar un comentario